El cerebro y la fuerza imaginativa

El cerebro es como una computadora que tiene sus programas especiales

Por ejemplo, cuando alguien termina de escribir un texto, lo guarda y cierra el programa procesador de textos.

Pero si desea salir del procesador de texto sin guardar, en ese momento se dispara un programa especial dentro del procesador que evita que el usuario pierda el texto escrito. Y si el usuario insiste en cerrar sin guardar el texto, el programa insistirá una y otra vez hasta que el usuario decida guardar o cerrar definitivamente. Solo así el programa especial se inactiva.

Pongamos el ejemplo de una persona empieza a perder cabello debido a la muerte de un ser querido que solía acariciarle en la cabeza.

La idea del proceso biológico SBS almacenado en la biología es anestesiar esa región de la piel y debilitarla, creando un poco de pérdida de memoria para que el individuo pueda llevar su vida sin mayor contratiempo.

Pero si el individuo no da una clara señal al cerebro de que el tema está resuelto, el programa especial (SBS) continuará hasta el infinito porque así es la naturaleza.

Sobre cómo resolver ese conflicto, hay infinitos caminos, ya que cada individuo es un universo muy complejo.

Depende de las creencias del paciente; el terapeuta tiene que ayudar al individuo a abordar la solución de la mejor manera posible.

Pongamos el caso de que el paciente sea una persona muy espiritual y sepa que la persona que solía acariciarle el cabello algún día lo volverá a ver, y por lo tanto no es una pérdida real, sino solo una pausa en el cariño que recibía.

Si la persona cree en la psicología, podría hacer terapias conductuales para lograr transmitir el mensaje adecuado que el cerebro entienda.

Otra cosa que hay que saber es que el cerebro no está muy conectado con el intelecto, sino con la fuerza imaginativa.

Por ejemplo, si el intelecto le da la orden al cerebro de generar saliva, es bastante difícil que lo logre, porque el cerebro solo entiende procesos biológicos sensatos. Saliva sin alimento no es muy sensata.

Pero si la persona se imagina intensa y convicentemente que tiene ante sí un plato delicioso, el cerebro no podrá diferenciar si es imaginación o realidad.

Cualquiera que haga ese ejercicio podrá aprender a comprender su propia biología.

Por eso, otra terapia en este caso podría consistir en imaginarse que la persona no ha muerto y que, de forma virtual, la acaricia como solía hacerlo.

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